Dios y su máscara. Oyes a los insectos que se alimentan
en tu alma
y, de pronto, un árbol dice su clamor y arde la lengua del
olvido
y todo acaba en transparencias, en formas cuya verdad no
se concede
hasta que las espumas queman el corazón de hombres
desconocidos y los caballos hablan de aquella sangre,
de aquel aire extinguido en los patios de España,
de aquella tierra sin descanso,
de aquel olvido lleno de sangre.
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